La espeluznante masacre de la estancia de los Galíndez – Molina.

Por Martín Javier Augier

Un macabro suceso protagonizado el 23 de marzo de 1927, consternó al país y se replicó en diario internacionales.

El ingeniero don Antenor Galindez y Da. Elena María Teresa Molina Segura de Galindez, junto con sus hijos Samuel, Elvira Galindez Molina, catamarqueños de origen, fueron asesinados en su estancia «Salinas Chicas», en Médanos, distrito de Villarino. Buenos Aires. Límite de la Pampa, y cerca de Bahía Blanca.

El matrimonio Galindez – Molina Segura era descendientes de gobernadores de Catamarca.

Doña Elvira descendía de dos gobernadores de: don Samuel Molina – Bazán (1859-1862) y don Pedro de Segura y Cubas (1852-1854), don Antenor era descendiente de don Francisco Galíndez, quién ocupó el gobierno interinamente un mes en 1861.

Don Antenor Galíndez, hijo de don Francisco Ramón Galíndez Cubas, e Irene González Dávila, junto a su hijo el Dr. Samuel Galíndez.

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Doña Elena Teresa Molina Segura de Galíndez, hija de don Samuel Molina y doña Primitiva Segura Augier

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El atroz crimen se reprodujo en los diarios de aquel entonces: «Caras y Caretas», «La Nación», incluso «La Voz» de España, «El Sol de Madrid», entre otros… En el 2011, el escritor Walter Katz publicó «La masacre de Salinas Chicas», que resurgió el cruento asesinato. El matrimonio vivía en una sencilla casa de campo, muy austera pese a sus 50.000 hectáreas, la finca se encontraba arrendada y la casa podría ser similar a la de sus empleados, diferenciándose por las reformas edilicias, los objetos de valor, libros que acostumbraba leer la familia, pero sin ninguna ostentación, el matrimonio era más bien medido, su mesa apenas para los miembros de la familia, y Antenor era muy cuidadoso con el dinero.

El motivo del asesinato.

Una posible discusión y un ardid para quedarse con la propiedad, dinero y joyas que no estaba bien planeado.

El matrimonio no era nada ostentoso, don Antenor de silueta delgada no sobresalía por ser dadivoso con sus empleados. Había contratado obreros y albañiles para la remodelación de la propiedad, estaban dispuestos a quedarse más de lo que acostumbraba y ello precisaba reformas edilicias, doña Elvira al contrario era de silueta robusta no era muy austera, pero se adaptaba fácilmente a las circunstancias, su familia tuvo una de las fortunas más grandes de Catamarca en 1860, su abuelo paterno don Samuel Molina junto a su hermano fundaron la Casa Molina Hermanos, luego en 1857, asociado a Adolfo Carranza, fueron importantes mineros.

Llegaron durante las refacciones los europeos Jacobo Presbert o Presberg, Gregorio Russin, Salvador Marino y a su esposa Elvira Farulla, estos dos últimos eran jóvenes de 24 y 20 años provenientes de Italia que estarían bajo el mando del capataz Federico Winkler.

Salvador Marino, Elvira Farulla (posiblemente anarquistas), Jacobo Presbert o Presberg y Gregorio Russin planearon la masacre.

Una de las hipótesis fue el reproche de los europeos de las malas condiciones laborales y salario en relación al trabajo, una discusión sobre este asunto con don Antenor Galindez.

Se tejieron diversas hipótesis sobre lo que motivó a los criminales, lo cierto es que la familia Galíndez no tenía muchas joyas y el campo se encontraba arrendado, por lo que el crimen les resultó más pasional (entendiéndose el sentimiento de odio) que económico.

La denuncia que detonó la investigación para lograr dar con los homicidas.

Un peón y vecino don Serafín Pérez fue a visitar la hacienda de los Galíndez, se sorprendió por el abandono y una puerta abierta que dejaba ver la sangre en su interior, en todo el comedor, dió aviso a la policía, el comisario Enrique Goñi no tardó en llegar y darse cuenta que en el galpón se encontraba semienterrada Emilia De García española (la casera de los Galíndez), en el pueblo hospedado en una posada capturaron a Presbert o Presberg quién brindó las confesiones del asesinato culpando al matrimonio italiano (Salvador Marino y Emilia Farulla) de instigar al crimen. La búsqueda de los restantes asesinos se realizó hasta en Colonia del Sacramento, Montevideo Uruguay, y todo el país.

Vista de la sencilla casa desde atrás.

Interior de la casa, el living.

La confesión y detalles.

Los autores confesaron culpandose mutuamente, aunque el primero en caer fue Presberg quién describió que fue obligado por la pareja italiana a perpetrar el brutal crimen, y detalló que entraron con una escopeta, hacha en la mano y machetes asesinando a hachazos al anciano matrimonio mientras este se encontraba tomando el té, la contradicción es que Antenor de 71 años se encontraba cerca de su escritorio en una silla mecedora, recibió un tiro en el cuello, la empleada de casa Emilia de García de origen español al gritar horrorizada fue asesinada de varios hachazos en la cabeza por los salvajes delincuentes, los asesinos no iban a dejar evidencias buscaron en su cuarto a Irene Galindez de 20 años y la asesinaron a martillazos, el capataz de origen alemán Federico Winkler estaba recorriendo el campo, cuando regresó en su caballo Salvador se las ingenió para matarlo a machetazos, se apresuraron en esconder los cadáveres. Dos obreros que se encontraban en el lugar corrieron la misma suerte. El mayor de los hijos el Dr. Samuel Galíndez de 37 años se encontraba en el pueblo, eran dueños de uno de los pocos vehículos del pueblo (1927), cuando regresó también fue asesinado.

Tomaron el dinero y joyas, y se fueron de la estancia de Salinas Chicas rumbo a distintos lugares, Presbert o Presberg permaneció en el pueblo, hospedandose en una posada de un señor Balbín donde fue encontrado por la policía luego de su confesión al comisario Goñi se buscó intensamente a los homicidas.

En la foto el doctor Alberto Galíndez, reconociendo la escena del crimen de sus padres y hermanos en compañía de su cuñado el doctor Rolando Casares – Martínez de Hoz, casado con María Elena Galíndez Molina.

El doctor Alberto Galíndez siguió el juicio de su familia contra los asesinos durante más de una década, finalmente todos fueron sentenciados a cadena perpetua, salvo Elvira que obtuvo la libertad condicional.

El periodista Hernán Guercio nos señala «Gregorio Russin y Salvador Marino, obtuvieron la prisión perpetua, sindicados como los asesinos; a Jacobo Presberg, le dieron 20 años de prisión, y Elvira Farulla, 17 años de prisión por complicidad, aunque obtuvo la libertad condicional. Fueron enviados al penal de Sierra Chica a la espera de la decisión definitiva de la Suprema Corte de la Provincia».

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La niña María Elena Galíndez – Molina, quién cuando fue mayor se casó con Dr. Rolando Casares Martínez de Hoz .

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Samuel, Alberto, Clara Galindez Molina fotografía que les fue tomada en Paraná. Circa 1870. Colección de Arturo Teodulfo Marcos Castro Tornow, descendiente de Serafina Molina Segura.

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