“Si hubiera sabido…”: pidió perdón el agresor de la hija de Rocchia Ferro

“Sufrí un ataque de nervios”, confesó Rodrigo Pirino, un joven de 25 años que hace unos días atacó violentamente a la joven empresaria, Catalina Rocchia Ferro, hija del acaudalado azucarero, Jorge Rocchia Ferro. “No soy así, quizás fue porque era tarde y tenía que ingresar al trabajo”, se excusó el atacante, ahora condenado a seis meses de libertad condicional.

En su acusación, el fiscal Carlos Picón detalla, paso a paso, lo que ocurrió en realidad, ya que en primera instancia se creyó que el hecho había sido un intento de secuestro.

Los hechos, según Picón

Por una mala maniobra que realizó la empresaria con su camioneta, Pirino comenzó a perseguirla. La chocó en el semáforo que está frente a una estación de servicio en la avenida Presidente Perón que une la capital con Alderetes. Rocchia Ferro, espantada aceleró y el joven la siguió. La alcanzó en el semáforo de avenida Gobernador del Campo y Coronel Suárez. La siguió insultando y la mujer, espantada, continuó escapando. La persecución terminó en el pasaje Oncativo que no tiene salida. Después de gritarle todo tipo de improperios, le aplicó golpes de puños a la camioneta y le rompió la luneta.

“Soy el único responsable de todo esto, pero no sabía que era una mujer y mucho menos una empresaria. Si lo hubiera sabido, hubiera actuado de otra manera”, dijo a LA GACETA.

Además de la condena de seis meses condicional, Pirino deberá cumplir a rajatablas ciertas reglas de conducta o podría ser puesto tras las rejas:

– No puede consumir alcohol ni drogas.

– Tendrá que realizar terapia para controlar su ataque de ira. Cada seis meses el profesional que lo atiende debe brindar un informe del trabajo que realice.

– No puede acercarse a la víctima ni a sus familiares ascendientes y descendientes.

– No puede portar ningún tipo de armas durante dos años.

– Debe mantener su domicilio y si lo cambia debe informarlo de manera inmediata.

“Tenía mucho miedo de perder el trabajo y estaba dolido porque no podía ayudar a mis amigos del comedor de Alderetes. Encima, cuando estaba tras las rejas, les robaron las ollas con las que hacíamos el mate para darle a la gente. Todo mal”, se lamentó el condenado.

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