Desaforada cacería del acusado por el crimen de Abigail

Tucumán fue escenario este martes de una desaforada “cacería de brujas” en busca del principal sospechoso del abuso y asesinato de Rocío Abigail Riquel, cuyo cuerpo fue encontrado en un descampado cercano a su casa de Barrio Congreso, en las inmediaciones de la intersección de Avenida de las Américas y Francisco de Aguirre.

Delirantes cadenas de Whatsapp, pero también irresponsables publicaciones de medios y periodistas, fueron el combustible propicio para encender la indignación popular contra Juan Antonio “El Culón” Guaimas, un vecino de la niña, adicto a las drogas, que había sido liberado por la Justicia días antes.

Si las versiones si confirmasen, entonces el acusado habría cruzado San Miguel de Tucumán ida y vuelta, desde Tafí Viejo hasta la calle Jujuy al 4000 y el Barrio Once de Marzo, sin que ningún policía, vecino o ciudadano lo haya identificado, aunque su foto había sido publicada en todas las redes sociales.

En medio de la locura reinante, hasta el propio padre de la víctima, Pablo Riquel, tuvo que desmentir versiones: «Vivía cerca de mi casa. Estamos a las orillas del canal, detrás de Altos de América. Pero apenas habíamos intercambiado palabras. Nunca declaré contra él en nada”, desmintió sobre su supuesta declaración contra Guaimas, en la que lo habría acusado de abusar a su propia madre (la madre de Guaimas).

Por la tarde, un reconocido portal tucumano publicó que el sospechoso se encontraba acorralado en una vivienda del barrio Once de Marzo, con vecinos y policías rodeándolo, listos para hacer justicia por mano propia. La publicación fue levantada horas después.

La polémica publicación de un portal, que después fue sacada de la red.

Sobre la medianoche, una periodista de un canal provincial afirmó en Twitter que ya había pruebas contra el sospechoso, sin que la Justicia o la Policía Científica haya podido tomar muestras del ADN del acusado.

También a esa hora, se publicaban contradictorias versiones el real paradero del acusado. “No estaba, al final, pero ya va a aparecer. Quizás esta noche misma. Viene dejando rastros por todos lados: encontramos unas ropas con sangre que estamos seguros que son de él; también hallamos un machete y un medio sándwich que creemos que los dejó al escuchar que alguien se acercaba”, dijo un vecino.

Fuentes policiales aseguraban sin mucho sustento que tenían pistas firmes sobre el camino de huida del sospechoso. “El acusado ya está identificado… se vienen realizando rastrillajes desde el domingo en las zonas de Cebil Redondo, San Expedito, en fincas de limones, fábricas abandonadas; en zonas del cerro, el Pozo de Vargas, Villa Carmela y Manantial Sur…Hay muchos indicios pero hay que ser cautos”, dijo el comisario Walter Jiménez, de la seccional 12 a un diario provincial.

Pero, en definitiva, Tucumán por fin dejó al descubierto la absoluta ausencia del Estado en el cuidado de sus ciudadanos, con la consecuente desconfianza en las instituciones, como son la Justicia (que habría liberado al sospechoso) y la Policía, que desconoció las primeras denuncias sobre la desaparición, lo que habría permitido la consumación del brutal abuso y asesinato.

Así, los ciudadanos salieron a hacer justicia por mano propia, sin pruebas fehacientes de las acusaciones, pero con la certeza de que si no lo hacen ellos, nadie se preocupará porque la niña tenga descanso, que logrará cuando el asesino “cumpla y pague lo que deba ser”, como lo expresó Pablo, el padre de Abigail.

Rocío Abigail Riquel, la víctima del salvaje crimen.

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