“No grababan”: así planeó la muerte de Milagros Avellaneda y Benicio el prófugo Roberto Rejas

Milagros Avellaneda quería que Roberto Rejas reconozca a su hijo Benicio, que había nacido casi dos años antes de volverlo a ver, nueve meses después de tener un romance fugaz.

Sin embargo, con el paso del tiempo, Rejas ya había conseguido otra pareja y nada quería saber con hacerse cargo del pequeño. Y, luego de varios pedidos de Milagros, comenzó a idear un plan para deshacerse de “su pasado y futuro”.

Unas semanas antes del doble homicidio, el ahora prófugo contactó por celular a un ex compañero del Servicio Penitenciario, donde trabajaba. Le preguntó si conocía a alguien del Centro de Monitoreo, lugar desde donde se controlan las cámaras de seguridad. Le dio dos nombres.

Más tarde se supo a partir de uno de los nombres consultados por Rejas, que el condenado a prisión perpetua quería saber qué cámaras del Parque 9 de Julio funcionaban y cuáles no. Entonces, esperó que ella lo llame una vez más para insistirle por la manutención de Benicio y, esta vez, la citó al lugar que él quería.

El 28 de octubre del año pasado a las 21:40 Milagros paró en un taxi frente al minisúper donde Flavia estaba haciendo las compras, y sin bajarse del auto le pidió que la acompañara a hablar otra vez con Rejas. Iba con Benicio. Su amiga le dijo que estaba sola con los chicos, que no podía ir esa vez. «No hay problema», respondió ella desde el coche y quedaron en encontrarse más tarde.

«Roberto me pegó, estamos cerca de la terminal de ómnibus», la escuchó decir a Milagros en un audio de WhatsApp más tarde esa misma noche. «Decime dónde estás», le contestó Flavia. Unos minutos después recibió un último mensaje, esta vez escrito, en el que le decía que Rejas «se había calmado», que ya estaba «todo bien», pero que al final no iban a poder verse como habían arreglado.

En base a las pruebas de instrucción de la causa pudo saberse que esa medianoche, los celulares de Milagros y de Rejas se apagaron al mismo tiempo y en el mismo lugar; en el Parque 9 de Julio de San Miguel de Tucumán. Desde ese momento se vuelve imposible desandar sus pasos o rastrear sus movimientos. El de él volvió a encenderse siete horas más tarde en su casa y el de ella nunca más.

Del expediente del caso se desprende que la mayoría de las cámaras de seguridad del Parque 9 de Julio estaban rotos y no grababan, que el resto captan solo imágenes blanco y negro y de baja calidad.

Un crimen casi perfecto y una fuga deseada por cualquier delincuente, casi cinco años después del crimen. Tucumán, un lugar…

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